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Deshielo de Aeronaves: Un proceso vital para la Seguridad Aérea


La acumulación de hielo en las aeronaves sigue siendo una amenaza grave, pero las innovaciones tecnológicas están ayudando a mitigar los riesgos. Con equipos cada vez más sofisticados y sostenibles, la aviación comercial puede seguir mejorando su eficiencia operativa sin comprometer la seguridad de los pasajeros.

 

La seguridad en la aviación es una prioridad fundamental en la industria, y uno de los aspectos críticos para garantizar vuelos seguros, especialmente en condiciones climáticas adversas, es el proceso de deshielo de aeronaves. Con la llegada de nuevas tecnologías, como los sistemas de deshielo eléctricos, la industria se está transformando para hacer frente a desafíos antiguos y nuevos.

¿Por qué es necesario el deshielo de una aeronave?

La acumulación de hielo y nieve en las aeronaves puede comprometer la seguridad de los vuelos de diversas maneras. El hielo afecta el rendimiento aerodinámico, modifica el peso de la aeronave y puede interferir con los instrumentos de navegación, lo que aumenta el riesgo de accidentes. Especialmente durante el invierno, es esencial que las aerolíneas implementen procedimientos de deshielo adecuados antes de cada vuelo.

Según la Administración Federal de Aviación (FAA), la operación segura de un avión durante condiciones meteorológicas frías requiere una gestión meticulosa de deshielo. El proceso no es solo una cuestión operacional, sino también de cumplimiento normativo, ya que las aeronaves deben estar en condiciones óptimas antes de despegar.

Métodos tradicionales de deshielo

Tradicionalmente, los procesos de deshielo de aeronaves han empleado líquidos químicos a base de glicol para eliminar el hielo de las superficies expuestas y garantizar la seguridad del vuelo. Estos líquidos, conocidos como fluidos de deshielo, se utilizan en una secuencia de dos etapas claramente diferenciadas.

En la primera etapa, se lleva a cabo la deshielo propiamente dicha. Aquí se emplean soluciones de glicol calentadas para derretir el hielo que se ha formado en las superficies críticas de la aeronave, como las alas o el estabilizador vertical. Este líquido, que suele tener un color anaranjado característico, es denominado “tipo I”. Su función principal es la remoción inmediata del hielo, pero su acción es de corta duración, ya que no proporciona una protección prolongada contra la formación de nuevas capas de hielo.

Una vez que se ha completado esta primera fase, se procede con la segunda etapa, donde se aplica un líquido protector. Estos fluidos, denominados “tipo II” o “tipo IV”, tienen una mayor viscosidad y están diseñados para formar una barrera temporal que impide la formación de nuevo hielo durante el despegue y los primeros momentos de vuelo. Este recubrimiento es crucial, ya que mantiene la superficie del avión libre de hielo hasta que la aeronave alcanza una altitud suficiente, donde las condiciones atmosféricas son menos propensas a la formación de hielo. Aunque el líquido de tipo IV es más avanzado y se usa frecuentemente en aeronaves más grandes debido a su capacidad para resistir durante más tiempo, ambos tipos cumplen la función esencial de permitir un despegue seguro en condiciones meteorológicas adversas.

Ambos procedimientos son cruciales, pero requieren tiempo y recursos en un entorno de aeropuerto, donde la eficiencia es esencial. Sin embargo, el uso de productos químicos también plantea preocupaciones medioambientales, lo que ha llevado a la búsqueda de alternativas más sostenibles.

Innovaciones en deshielo: la llegada de la tecnología eléctrica

Recientemente, la industria ha comenzado a ver innovaciones significativas en el ámbito del deshielo de aeronaves, incluyendo el lanzamiento de sistemas de deshilo eléctricos, como la compañía Textron GSE, conocida por su enfoque en la sostenibilidad, ha presentado un nuevo «de-icing» eléctrico que busca cambiar la forma en que se lleva a cabo este proceso. Esta tecnología promete ofrecer una solución más limpia y eficiente al uso de fluidos basados en glicol.

El nuevo sistema eléctrico reduce las emisiones de carbono y minimiza el impacto ambiental relacionado con el uso de productos químicos. Además, estos descongeladores eléctricos son capaces de calentar y aplicar un flujo de agua caliente, ofreciendo un enfoque menos perjudicial para los ecosistemas circundantes.

Accidente por acumulación de hielo: un recordatorio de la importancia de la descongelación

La historia de la aviación nos ha enseñado lecciones trágicas sobre la importancia del deshielo. Muy recordado fue el vuelo 405 de USAir, que se dirigía de Nueva York a Cleveland, y que se estrelló en la bahía de Flushing el 22 de marzo de 1992, al intentar despegar desde el Aeropuerto de La Guardia. Este trágico accidente resultó en la muerte de 27 de los 51 ocupantes y dejó a 24 personas heridas. La principal causa del desastre fue la formación de hielo en el avión, un Fokker F28, que no pudo despegar adecuadamente debido a la acumulación de éste.

Además, el deshielo inadecuado del avión contribuyó al accidente; el producto de deshielo aplicado solo fue efectivo durante 15 minutos. Cuando el avión despegó, ya contaba con una significativa cantidad de hielo en su fuselaje, lo que impidió que pudiera levantar vuelo correctamente. Este incidente recordó a otro accidente similar ocurrido tres años antes, el vuelo 1363 de Air Ontario, que también implicó un Fokker F28 y terminó en tragedia.

Un vuelo perteneciente a Air Algérie y operado por un McDonnell Douglas MD-83, se estrelló el 24 de julio de 2014, mientras realizaba un trayecto desde Uagadugú, Burkina Faso, hacia Argel, Argelia. La aeronave desapareció de los radares aproximadamente 50 minutos después del despegue, cayendo en una zona entre las regiones de Gao y Tombuctú, en Malí. A bordo viajaban 110 pasajeros y 6 tripulantes, y no hubo sobrevivientes.

El informe final de la BEA, publicado el 22 de abril de 2016, determinó que el accidente fue causado por un error del piloto, quien no activó el sistema antihielo de los motores. Esto llevó a la acumulación de hielo en los motores, lo que redujo el empuje y provocó la pérdida de altura. La tripulación no pudo recuperar el control de la aeronave, lo que resultó en su trágico impacto en tierra.

Otro de los accidentes relacionados con la acumulación de hielo ocurrió cuando el vuelo 703 de Saratov Airlines se estrelló el 9 de febrero de 2018, poco después de despegar del Aeropuerto de Moscú-Şeremetievo con destino a Orsk, Rusia. La aeronave, un Antonov An-148, llevaba a bordo 71 personas, incluyendo pasajeros y tripulación. El avión perdió contacto con el control de tráfico aéreo solo minutos después de despegar y se estrelló en las cercanías de Ramenskoye, causando la muerte de todos los ocupantes.

Las investigaciones iniciales revelaron que la tragedia estuvo relacionada con la acumulación de hielo en las alas, lo que afectó la sustentación del avión. Además, se identificaron problemas con la calibración de los sistemas de instrumentos y la formación del personal.

Y más recientemente, el vuelo 2283 de Voepass, un vuelo nacional programado entre Cascavel y Guarulhos, que sufrió un trágico accidente el 9 de agosto de 2024, cuando un ATR 72-500 se estrelló en Vinhedo, en el estado de São Paulo. El avión se encontraba a una altitud de 17,000 pies cuando experimentó una pérdida de sustentación, entrando en un giro plano con un descenso rápido. Lamentablemente, las 62 personas a bordo perdieron la vida, convirtiéndose en el accidente aéreo más mortal en Brasil desde el vuelo 3054 de TAM Airlines en julio de 2007.

La investigación del accidente ha sido iniciada por el Centro de Investigación y Prevención de Accidentes Aeronáuticos de Brasil (CENIPA). Tras el accidente, expertos en aviación han especulado sobre la posibilidad de que la acumulación de hielo haya influido en la tragedia. CENIPA ha recuperado y analizado las cajas negras del avión, emitiendo un informe preliminar que confirma que los pilotos enfrentaron dificultades con el hielo y los intentos de deshielo durante el vuelo.

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